Relación entre el color y el tipo de galaxia:
López Martí (2018) explica que el color óptico de una galaxia está directamente relacionado con su morfología, es decir, con su forma y estructura general. Este color, observable a través de telescopios que captan luz visible, proporciona información crucial sobre las características físicas y la historia evolutiva de la galaxia.
Las galaxias elípticas, que presentan una forma redondeada u ovalada y carecen de estructuras definidas como brazos espirales, suelen exhibir tonalidades rojizas o amarillentas. Esta coloración se debe a que la mayoría de sus estrellas son antiguas y evolucionadas, es decir, han dejado ya la secuencia principal y emiten una luz más débil y rojiza. Además, estas galaxias generalmente no poseen grandes cantidades de gas y polvo, lo que indica una baja o nula formación estelar actual.
En contraste, las galaxias espirales —como la Vía Láctea— presentan una estructura bien definida, con un bulbo central y brazos que se enrollan hacia fuera. En estos brazos es común encontrar zonas de formación estelar activa, lo que les otorga un color azulado característico. Esta tonalidad es el resultado de la presencia de estrellas jóvenes y masivas, que emiten luz más intensa en el rango azul del espectro. De igual manera, las galaxias irregulares, que no tienen una forma definida, también suelen presentar colores azulados, debido a procesos similares de intensa formación estelar.
Esta diferencia en la coloración no es meramente estética, sino que revela aspectos fundamentales sobre la evolución y la dinámica interna de cada tipo de galaxia. Por tanto, el estudio del color galáctico es una herramienta esencial para los astrónomos, ya que permite inferir la edad de las estrellas que la componen, la presencia de gas y polvo interestelar, y el estado evolutivo general del sistema galáctico.